Artículo original publicado por primera vez en NetSuite. Autora Megan O’Brien | Business & Finance Editor.
¿Qué diferencia a un campeón olímpico de cualquier otro atleta? ¿Es la genética? ¿El trabajo duro? ¿Un gran entrenamiento? Podría decirse que todo lo anterior. Pero también está el elemento del rendimiento máximo, en el que los campeones son capaces de perfeccionar su mentalidad y sus procesos para alcanzar su máximo potencial, un factor diferenciador clave en la competición.
Sin embargo, el concepto de rendimiento máximo no está reservado únicamente a los atletas. También es aplicable y deseado por las empresas, que trabajan para destacar en un entorno cada vez más competitivo. La tecnología es cada vez más económica, lo que reduce las barreras de entrada a las empresas. Y, con el avance de la tecnología, sectores enteros están cambiando tan rápidamente que los productos y servicios pueden quedar obsoletos con rapidez.
Los líderes empresariales saben que, en el entorno actual, conseguir y mantener el máximo rendimiento de sus organizaciones no es sólo algo positivo, sino una necesidad. Sin embargo, el rendimiento óptimo no es inherente a las empresas. Conseguir el máximo rendimiento requiere una planificación cuidadosa, diligencia y una mentalidad de mejora continua.
En el ámbito empresarial, el rendimiento máximo se alcanza cuando una organización es capaz de desarrollar todo su potencial, lo que se traduce en una empresa más eficiente, productiva, eficaz y rentable. El rendimiento máximo no es un estado natural. Se trata más bien de un conjunto aprendido de habilidades y comportamientos que permiten a las organizaciones trabajar al máximo de su capacidad. Son capaces de ejecutar con éxito, concentrando sus esfuerzos, alineando estratégicamente sus habilidades, actitudes y conocimientos, gestionando sus energías, midiendo sus resultados y modificando su rumbo según sea necesario. El resultado es el máximo rendimiento.
Muchas personas y organizaciones pueden alcanzar un alto rendimiento sin una planificación y un análisis financieros (FP&A) exhaustivos. Sin embargo, alcanzar el máximo rendimiento es una subida de nivel que requiere bastante más esfuerzo y trabajo de base. Para obtener lo mejor de su personal y de la empresa en su conjunto, existe un proceso de seis pasos.
Este gráfico muestra los pasos cíclicos necesarios para alcanzar el máximo rendimiento empresarial, desde la creación de un plan hasta la mejora continua.
Como dice el refrán, un objetivo sin un plan no es más que un deseo. Aunque muchos desean que su empresa alcance el máximo rendimiento, son los que se preparan los que tienen más posibilidades de éxito. Cuando un plan está bien documentado y fundamentado, todos los miembros del equipo pueden trabajar juntos hacia el objetivo común de maximizar el potencial de la organización.
Para trazar el rumbo hacia el máximo rendimiento, lo primero que hay que hacer es medir la salud actual de la empresa. Realice un análisis de puntos fuertes, puntos débiles, oportunidades y amenazas (DAFO) para calibrar la situación de su empresa dentro de su sector y mercado.
El análisis DAFO debe mostrar dónde tiene que mejorar y cómo tiene que crecer. A partir de ahí, establezca objetivos que ayuden a la organización a alcanzar el máximo rendimiento empresarial. Aunque quizá el objetivo final sea alcanzar el máximo rendimiento como equipo, eso no es lo que se incluye en el plan. En su lugar, el plan debe consistir en objetivos en áreas de la empresa que sean factibles y que muevan la aguja hacia el máximo rendimiento. A la hora de fijar objetivos, recuerde lo siguiente:
Por ejemplo, si las cifras de ventas de la empresa son inferiores a las del resto del mercado, el objetivo no será simplemente «Mejorar las ventas». En su lugar, podría ser: «Incrementar las cuentas nuevas en un 15% para finales de año» o “Incrementar la facturación media por cliente en un 7%”.
Una vez fijados y priorizados los objetivos, es hora de redactarlos en un plan estratégico de una página. Incluya cómo y por qué estos objetivos llevarán a la organización hacia el máximo rendimiento. Pero concretemos más aún.
Una vez esbozadas las metas, el siguiente paso es profundizar en los objetivos que requiere cada meta incluida en el plan. Aunque los términos metas y objetivos tienden a utilizarse indistintamente, existe una importante diferencia en su definición. Una meta es un resultado alcanzable que suele ser amplio y a largo plazo. Un objetivo es a más corto plazo y define acciones mesurables para alcanzar la meta.
Utilizando nuestro ejemplo anterior, la meta en este caso sería aumentar las cuentas nuevas en un 15% para finales de año. Los objetivos para alcanzar esta meta podrían consistir en aumentar el número de llamadas de ventas esperadas del equipo de ventas, la introducción de una nueva campaña de correo electrónico y un aumento de la presencia en los medios sociales.
Cada objetivo debe desglosarse en detalles que incluyan un calendario, los recursos necesarios y planes de acción que incluyan tareas específicas para personas concretas. Esta es también la fase en la que se debe consultar el plan financiero -y actualizarlo posteriormente- para determinar el impacto potencial de estas metas y los objetivos asociados, así como para determinar la asignación de recursos adecuada.
El máximo rendimiento empresarial no se alcanzará si una sola persona se arremanga y ejecuta las tareas necesarias. El trabajo debe delegarse de forma proactiva para promover el éxito de toda la organización. Un estudio de Harvard Business Review determinó que delegar puede aumentar los ingresos y la eficiencia general de las organizaciones. Otra investigación de Gallup descubrió que los directores generales que destacaban en la delegación generaban un 33% más de ingresos. Delegar no sólo da poder a los demás en la organización, sino que ayuda a optimizar el rendimiento del grupo.
Para delegar tareas con éxito hay que seguir siete pasos:
Recuerde, no posponga la delegación hasta que las tareas te abrumen: hazlo pronto y a menudo.
Bruce Lee dijo una vez: «Absorbe lo que es útil, descarta lo que no lo es, añade lo que es exclusivamente tuyo». Lo mismo es válido para alcanzar el máximo rendimiento en tu negocio.
Donde las empresas tienden a equivocarse es en tratar de ir en demasiadas direcciones diferentes, lo que resulta en una cartera hinchada e ineficaz. En su lugar, céntrese -y gaste- en las áreas que alimentan su éxito.
Identifique sus capacidades clave. Se trata de unos pocos puntos fuertes, normalmente entre dos y cinco, que tienen márgenes elevados, se alinean con la estrategia general de la empresa y proporcionan una ventaja competitiva.
Una vez que tenga una idea de sus capacidades elegidas, podrá concentrar sus recursos en estas áreas en lugar de diluirlos en partes del negocio de bajo margen o irrelevantes. Centrándose en lo que se le da bien, puede estar mejor equipado para alcanzar el máximo rendimiento. Céntrate en menos, luego obsesiónate.
Los KPI forman parte integral del proceso de máximo rendimiento. En primer lugar, las empresas deben asegurarse de elegir los KPI adecuados y, a continuación, supervisarlos constantemente para medir los progresos.
Elegir los KPI adecuados puede resultar engañosamente difícil. Es fácil seleccionar KPI “vanidosos», que den una buena imagen de la iniciativa, pero que no reflejen necesariamente el proceso o sean fácilmente comprensibles para el resto de la empresa. En su lugar, a la hora de elegir, asegúrese de que los KPI estén
A la hora de debatir sobre los KPI, es fácil que surjan demasiadas opciones. Asegúrese de seleccionar sólo los más destacados y relevantes. Resulta útil elegir indicadores adelantados y rezagados para obtener una visión holística del esfuerzo. Por ejemplo, en el ejemplo del aumento de nuevas cuentas, el número de clientes potenciales podría ser un indicador principal y las tasas de captación de clientes podrían servir como indicador rezagado.
Ser perspicaz en la selección de los KPI será beneficioso cuando llegue la segunda parte de la ecuación: la supervisión. No debe limitarse a «fijar y olvidar los KPI». Por el contrario, supervisarlos constantemente permite realizar los ajustes estratégicos necesarios para alcanzar los objetivos y, en última instancia, el máximo rendimiento.
Como ya se ha mencionado, el trabajo hacia el máximo rendimiento no es un acontecimiento individual. Debe repetirse y mejorarse continuamente. Una acción puede no dar los resultados esperados o deseados. O factores externos, como la acción de un competidor, pueden exigir cambios de enfoque. El camino hacia el máximo rendimiento es dinámico, lo que significa que su organización debe ser igualmente ágil y ávida de mejoras.
Cuando los líderes de una organización dedican el esfuerzo, la diligencia y el pensamiento estratégico necesarios, pueden aprovechar al máximo los recursos de que disponen. La última pieza del proverbial rompecabezas es garantizar la alineación para unirlo todo. Sin ella, las empresas corren el riesgo de que su duro trabajo se quede en nada, ya que las piezas dispares no se sincronizan y los participantes no ven el panorama completo.
Las soluciones de planificación de recursos empresariales (ERP) proporcionan la alineación y transparencia necesarias para obtener el máximo rendimiento. Una suite de software de gestión empresarial garantiza el acceso en tiempo real a los datos pertinentes, lo que permite a los directivos elaborar planes y tomar decisiones con mejor conocimiento de causa. Los paneles de control gráficos personalizables y basados en roles permiten tanto a los empleados como a los directivos realizar un seguimiento de los progresos con respecto a los indicadores clave de rendimiento (KPI) designados y cambiar de táctica rápidamente si un plan no está dando los resultados deseados. Con NetSuite, un equipo puede alinear eficazmente sus esfuerzos y mantenerse sincronizado mientras trabaja para alcanzar el máximo rendimiento, juntos.
En términos generales, el rendimiento empresarial se refiere a la capacidad de una empresa para aplicar la estrategia necesaria y utilizar sus recursos para alcanzar los objetivos seleccionados.
Esa capacidad puede definirse mediante factores financieros y no financieros. Los factores financieros incluyen partidas de los estados financieros como el número de ventas, el margen de beneficio neto, los ratios de liquidez y el flujo de caja operativo. Por otro lado, los indicadores no financieros que pueden definir el rendimiento empresarial incluyen la satisfacción de clientes y empleados.
Las empresas alcanzan su máximo rendimiento utilizando los recursos de que disponen -ya sean personas, dinero, tecnología, etc.- de la forma más eficiente y rentable posible. Para ello, los directivos deben crear un plan claro y centrado en tareas concretas, delegar eficazmente y hacer un seguimiento de los progresos. Cuando las empresas tratan el proceso como un ciclo de mejora continua, y no como un escenario de «una cosa y ya está», es cuando alcanzan el máximo rendimiento.
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